jueves, 30 de diciembre de 2021

HERRUMBRADAS PERSIANAS


Herrumbradas persianas
recortan una verdad incierta
entre sus hendijas de plata
oxido y luz
desamparo y rumbo.

Tal vez un dialecto de agua
un idioma olvidado
que nombra otros mundos
donde diluidas acuarelas 
dibujan espectros,
y besos de sal
robados a los desiertos del alma.

Siempre hambrienta la noche
que lame la pregunta eterna
siempre alerta
bajo la húmeda corteza
donde la vida insiste.

Beatriz Fernández Vila

EL VENDEDOR DE HISTORIAS


Me había subido al 237 con la cabeza llena de los asuntos cotidianos que la ocupan.

Atrás iban quedando las estaciones de servicio, las distribuidoras de golosinas, las mueblerías, y todo aquel conglomerado de tiendas, almacenes y pequeñas empresas, que confluyen en la ruta 8.

El colectivo se abría paso hacia la Av. Márquez, cuando se trepó aquel vendedor ambulante con su cargamento de compactos “truchos”, y un reproductor para escucharlos. “Los más variados temas del repertorio nacional” proclamaba, mientras nos ofrecía una pequeña muestra de algunas canciones. Tenía bien estudiado el repertorio porque supo con qué arrancar: NIEBLA DEL RIACHUELO, que puede conmover hasta a un marciano. El segundo; otro temazo, y el tercero: un bellísimo tema de Alberto Cortéz. No vendió ni uno, pero repartió simpatía en su intento por beneficiarnos con la mejor compra de nuestras vidas; agradeció unas cuantas ventas inexistentes, y requerimientos también inexistentes hacia el fondo del colectivo.

Guardó la pila de C.D. en el bolso, mientras se acomodaba en la puerta, al lado del conductor. En el reproductor sonaba todavía el último tema. “¿Sabés de quién es esto?” preguntó orgulloso, poseedor de un dato, que estaba deseoso de compartir. El desconocimiento del chofer lo llenó de satisfacción, y descerrajó la respuesta que nadie le había pedido “de Luis Aguilé -aventuró- la escribió para una novia que lo había abandonado”. Y comenzó a contar una historia que no era la real, pero que cualquier desprevenido podía llegar a creer. 

Según su versión, el mencionado Aguilé en un rapto de dolor extremo, escribió esa página memorable, gracias a la traición de una mujer. Quien conozca mínimamente la trayectoria de Luisito no podría adjudicarle la magnitud de esa obra. Pero ahí estaba el “conocedor”, orgulloso con la historia que relataba, en pleno “conocimiento” del caso, y satisfecho, porque el destinatario de su charla se estaba desasnando gracias a él.

Yo sabía que no era cierto, pero no podía dejar de escucharlo. Le puso humor a ese despliegue de anécdotas que manejaba con soltura, seguro de lo que estaba contando, y un tanto vanidoso por saberse al tanto de un hecho que el otro no conocía. Yo sonreía, mientras lo escuchaba. EL AMOR DESOLADO, es una de las canciones más conmovedoras que canta Cortéz, el poema pertenece al poeta José Fernando Dicenta. Pero aquél hombre, confundido con el nombre del autor, y creyendo conocer el motivo por el que fue escrito, lo había convertido en un relato trivial, ligero, contado con mucha gracia, es verdad. Era evidente que no había entendido la letra, pero debo reconocer que era un buen “contador”, ¡qué no hubiese hecho con el verdadero argumento! Me tentaba interrumpirlo, para contarle cómo era en verdad la historia, pero eso era lo que él sabía y lo contaba muy bien. Me dejé llevar por la conversación.

El chofer, un muchacho que andaba por los veinticinco, no tenía idea de los nombres y datos que el otro barajaba, y al otro se lo veía feliz de manejar todo ese conocimiento.

Se bajó a la altura de Podestá. Lo vi treparse al próximo colectivo, con el ímpetu que llevan los vendedores ambulantes para hacerse el día. Había transformado una historia desgarradora, en un relato divertido que adornaba con picardía; prácticas reflexiones de un hombre curtido en la calle. Y tuve la sensación de que también transformó por lo menos mi día, porque me había cambiado el ánimo. Los problemas que tenía minutos antes, conquistaron su verdadero peso. Por lo visto aquel hombre tenía la magia de cambiar las historias.

Beatriz Fernández Vila




EL VUELO DE TU ACORDEÓN


(A Raúl Barboza, a la música de su corazón) 

Sauce y arena

Raíz que susurra
en la tumultuosa entraña de la tierra
Sol ardiente de cresta dorada
que corona el río de piel litoral

Sabio que se hunde 
en la urdimbre del agua
buscando el sustento
y tras el vuelo de los pájaros
pierde la mirada
sepultando el dolor 
para alcanzar los sueños

Sudor vegetal
bajando en jangada
en la corteza húmeda del árbol derrotado
Manos callosas ojos de abá.

Silencio sonoro de selva y esteros
ausencia y encuentros
derrama en mi sangre 
la música de tu corazón.

Beatriz Fernández Vila

BARBOZA


Pudiste ser cosechero
Tarefero o hachador
Hombre sabio 
que pierde la mirada tras los pájaros
para acortar la distancia de sus sueños
Y hunde sus pies 
en la urdimbre del agua 
para hallar el sustento 
Sudor mineral bajando en jangada
en la corteza húmeda del árbol derribado
Manos callosas ojos de abá

Pero otro 
mandato signó tu sangre
silencio sonoro de selva y esteros
cresta dorada que corona el río
de piel litoral
tumultuosa entraña de ausencia y encuentros
raíz que susurra su canto ancestral

Sin embargo, 
otro mandato te forjó palmera y fruto
sol ardiente
cresta dorada que corona el río
de piel litoral
silencio sonoro de selva y esteros
raíz que susurra 
en la tumultuosa entraña de la tierra
anchos cielos de ausencia y encuentros
que desde el milenario sonido de tu sangre
me regala la magia de tu canto ancestral.
                
                                      Beatriz Fernández Vila



SOLO


Un tic tac persistente late cerca, usted no ve el reloj, y no se atreve a preguntar la hora al que si lo ve. El fantasma del desamparo lo asalta porque se cree solo en un mundo de imprójimos. Piensa en su hambre y su frío; sus cotidianas necesidades de hombre común, tan simple, que ningún otro se le parece sobre la faz de la tierra. Usted está solo en un mundo perfecto que no le pertenece, no encaja en el engranaje, y persiste en el intento de adormecer la maquinaria; temor  tal vez, a que descubran  que usted es un estorbo. El que tiene al lado no le parece un hombre común, y hasta lo intuye al acecho. Él también está quieto, como usted.  Después se levanta, se va; acaba de escapar de su lado su alma gemela. Usted no lo sabe, no lo sabrá nunca, porque también escapa de allí, corriendo.

Beatriz Fernández Vila

martes, 12 de octubre de 2021

CONQUISTA


Los barcos no preguntaron por mí 
en la tarde oscura de las orillas
lamieron con timidez el mar
hasta que un cormorán de asombro 
les gritó el primer sonido 
de estas tierras.

La savia temprana 
de cántaros y siembras 
trasmutó en horror 
y mi piel 
se entregó en sangre 
a la palidez de sus designios.

El dios de su creación
vomitaba la sinrazón de sus deseos.

No perseguían 
el vuelo de los pájaros
ni los manantiales
ni la luna.

En el metal de la codicia 
brillaron los ojos forasteros. 

Y los míos 
                 supieron para siempre
                 de las horas del desamor.
Beatriz Fernández Vila