martes, 28 de septiembre de 2010

AL COSTADO DEL CAMINO


La herida del costado dolía con un dolor ancestral. Veía pasar veloces los automóviles, y unas lucecitas difusas se suspendían en la estela interminable que dibujaban sus ojos derrotados. Tenía sed. Irguió la cabeza para tratar de incorporarse, pero el cuerpo se estremeció en un temblor quejumbroso. Agonizaba al costado de la ruta, y su casa estaba lejos.

Desde el lugar donde se encontraba vio despedazarse los cartones que cayeron del carro. Algunos se arremolinaban perezosamente en el asfalto y volvían a caer por el peso de la lluvia. Intentaban una danza grotesca, sacudidos por la velocidad de los autos, y se ensuciaban del mismo modo que su cuerpo se empastaba de agua y barro.

Cuando agotó sus gemidos de auxilio, cayó en un letargo salvador que lo alejó mansamente de su pesar. Una cascada de risas venía a liberarlo. Se vio joven y fuerte, intentando sus juegos; las carreras inocentes que tanta felicidad le acercaron. Las caricias primeras, y el trabajo extenuante después. Pero aún en la dureza de esas últimas imágenes, había algo que lo rescataba de las profundas sombras de ese momento.

Demasiado lejos, la libertad del campo abierto donde comenzó su vida. Demasiado lejos la casa de ahora, donde compartía miserias y una magra ración de lo que le correspondía.

Nunca sintió la noche con la impiedad de ese instante; ni en el hambre, ni en la sed, ni en la fatiga arrasadora de trajinar la ciudad sin conocer el rumbo. Ni si quiera con el mal trato que tuvo que padecer, cuando vivió unos años con aquél hombre que lo castigaba.

Las luces de los autos ya casi no se veían, sólo percibía su ruido estrepitoso cuando pasaban cerca de la barranca donde él había caído.

Con seguridad, su gente esperaba verlo llegar. Pero él ya no podría escuchar, las risas alborotadas que salían habitualmente a su encuentro. Ninguna mano presurosa para revolver dentro del carro, y buscar entre los cartones algo que pueda parecerse a un juguete, o una ropa todavía en condiciones de ser usada, o una revista vieja con sus páginas de mentiras, acercando esas vidas lejanas, que tal vez no existan.

Pudo reconocer entre las múltiples sensaciones de ese momento, el hambre que lo acompañaba casi cotidianamente. Pero el dolor imponía su espanto.

A pesar de que las fuerzas lo habían abandonado, cada vez que un auto se aproximaba intentaba un nuevo gemido de auxilio.

Atrás, la ciudad inclemente vomitaba su miseria. La noche acercaba su furia de sombras, y él continuaba a orillas del camino.

Cuando las luces del amanecer revelaron los contornos de su realidad, ya no tuvo esperanzas. Cerca, muy cerca, reconoció el cuerpo inerte de su pequeño amo.

Beatriz Fernández Vila

PRESENTACION ANTOLOGIA


El 9 de septiembre se realizó la presentación de la antología “Los vuelos del tintero” de la selección que anualmente realiza la editorial DUNKEN. Estuve presente, para recibir mi diploma de participación y el libro que gentilmente la editorial nos ofrece.

En reiteradas ocasiones les he expresado mi agradecimiento, por la labor que realizan abriendo las puertas de la editorial a tantos autores que como yo, no han tenido oportunidad de publicar su propio libro. Pero me parece oportuno volcar mi agradecimiento aquí, para divulgarlo y que otros autores se acerquen.

En estos momentos que el negocio editorial se maneja a través del marketing, publicando solamente temáticas vendibles; la posibilidad, el trabajo, y el tiempo que DUNKEN pone a disposición de los autores, sin costo para ninguno de los que participan, es encomiable.