viernes, 6 de mayo de 2011

ESTRELLITA FUGAZ


Marita Scarafiocca era la prometedora estrellita del futuro, el empresario - capo - cómico, en un alarde de originalidad cambió su nombre por el de Marita Scar, y dejó a su mujer por las pulposas carnes de Marita. Pero eso no alcanzaba, era imprescindible, diríamos altamente conveniente que los vieran en algún restó de moda en un rincón apartado. El más apartado de los rincones, al que sólo acceden los paparazzi.

Marita comería poco para no arrastrar el labial, y a la hora de los besos expondría su mejor perfil a la cámara, que era el único beneficio que había logrado pactar con las revistas en su corta carrera. Corta, corta, cortísima, en la que aún no tenía a su disposición los trucos del photoshop.

Era imprescindible que el capo cómico mostrara su escaso perfil de cómico, y que expusiera su alto perfil de capo (mafia), y arremetiera contra los reporteros que sabiamente montan guardia toda la madrugada, donde inocentemente comen las estrellitas que no quieren prensa, porque recién se están conociendo con el maravilloso hombre que acaba de echar por la borda quince años de matrimonio con la gruesa mujer que no lo comprende.

Marita había dejado hacía poco el outlet de una marca de ropa donde era vendedora, y se vestía con esas prendas, porque los canjes no habían aparecido todavía en su vida. Era urgente, urgentísimo, comenzar los contactos que la acercaran a ese paraíso, porque en las dos últimas fotos que le habían “robado” aparecía con el mismo equipo color chocolate.

Pero a Marita le sobraba astucia para algo tan trivial como eso. Por suerte compartía cartel con la figurita repetida de siempre; ese que no llegó nunca a la primera línea, y nadie se explicaba cómo lograba constantemente un papelito en alguna obra. Y qué mal le podía causar a ella compartir un poco de prensa con el pobre tipo.

Por eso echó mano al artilugio del momento, “acoso sexual” pensó, y se lo transmitió al notero de TOP-TV, que le consiguió un móvil en su camarín del teatro, donde Marita lloraba lágrimas de horror por ese desubicado que no tenía códigos, ni una madre que le recordara el verdadero valor de una mujer.

El pobre tipo a su vez lloró lágrimas de espanto, porque los noteros de la competencia montaban guardia en su casa, para preguntarle a sus hijos si el padre tuvo alguna vez un problema semejante, e interceptaban a su madre anciana en sus caminatas matutinas, para preguntarle si conocía a Marita, si qué opinión tenía de ella, y si creía en lo que decía con respecto a su hijo.

Por supuesto, Marita, experimentada en livings televisivos, que meses atrás sólo conocía a través de la pantalla, recorrió canales con la dolorosa historia por la que no hallaba consuelo. Ella, una mina que lo único que quería era trabajar en el espectáculo dignamente y que nadie se colgara de su carrera, tenía que soportar esa afrenta por la cual no dormía desde varios días, y por la que su médico personal la estaba acompañando casi en exclusividad desde que esa desgracia la había rozado.

En medio de la vorágine Marita perdió el rumbo, no sabía exactamente si le redituaba más su relación con el cómico, o lo del acoso de su compañero, y frente a cámaras perdía la ilación de su entramada historia. Los minutos de televisión que son valiosísimos, se tornaron interminables para ella. Cruzaron notas con sus compañeras de elenco, que a esa altura de los acontecimientos no sabían cómo había sido tan hábil para moverse, y de paso le sacaban unos trapitos al sol y robaban cámaras por un ratito.

En medio de la encarnizada lucha, la cabeza de compañía, una vedette de dilatada trayectoria, mostró el juego de Marita y se puso del lado del acosador. Por varios días los reportajes en los camarines fueron para la vedette; que algo sabía del tema, y que hacía ya varias temporadas que no protagonizaba un escándalo.

Pero Marita, nueva en el ambiente, pero conocedora de los enredos de alcoba que se tejen en la farándula y que se ventilan en las revistas del corazón, mostró su angustiada anatomía en la portada de ATREVIDA, donde al parecer no pudieron mostrar su cara de dolor, y sólo la tomaron de espalda, por lo visto de sorpresa, porque la pescaron como dios la trajo al mundo.

El vertiginoso éxito de la tapa alertó a la competidora FLASHOW, que se vió obligada a sacar una nota con el astrólogo estrella del ambiente artístico, donde hablaba de las penurias y la espiritualidad de Marita, a quien no había visto nunca, pero con la que le tomaron una gran cantidad de fotos para la ocasión. Fotos en las que por suerte no se la veía tan abrumada, a pesar de que al parecer todavía no había conseguido el canje de ropa, porque la mostraban bastante desnudita.

En cinco páginas a todo color, conocimos la autenticidad de su persona. Allí habló de sus gustos, de lo familiera que era, de que a los hombres los prefería fieles y sinceros, y que había leído las obras completas de KOSHUR, un gurú internacional, al que recurrían todas las estrellas de Hollywood para conocer la senda de la espiritualidad, y paliar las mismas desventuras que en ese momento ya formaban parte de la vida de Marita

La competencia la esperaba con un móvil en la puerta del teatro, pero el notero estrella del otro programa de chimentos la ayudaba a salir por otra puerta, porque había pactado exclusividad con su multimedio. Marita ya no se veía ni con el acosador, ni con la vedette, ni con sus compañeras mas que en el escenario. Había perdido la noción de su verdadera historia, y ni siquiera sabía si el capo - cómico regresó con su mujer, o todavía protagonizaban la historia amorosa del verano.

Paseó su anatomía por las portadas más selectas, lloró lágrimas en reportajes intimistas, y mostró sus cirugías, que distraían su cabeza en otros asuntos mientras curaba sus heridas.

Y un día en que esperó inútilmente el móvil en su puerta prendió el televisor para ver qué pasaba, y vió cómo una ignota figurita lloraba a corazón partido, cruzando duros conceptos con otra desconocida. Su historia de amor había tenido la fugacidad de una foto. El acoso sexual se desbarató cuando el actor blanqueó su relación con un productor justo cuando la temporada terminaba, y la vedette de dilatada trayectoria se alzaba con su cachet, que era más o menos lo recaudado.

Y Marita, mirando a esas dos desconocidas, sintió toda la indignación de una estrella. Y pensó a qué se dedicaría en los meses sucesivos.

Por suerte la bendición se derrama generosa sobre las chicas como ella. Y exactamente cuando el actor secundón y el productor, paseaban de canal en canal mostrando su sólida unión acaparando todas las pantallas, la vedette descansaba en Miami, y al empresario - capo - cómico le sacaron una foto haciendo las compras en un supermercado, el representante de Marita caía preso por estafas reiteradas.

Ella por supuesto no sabía nada del asunto, pero decidió jugarse una carta temeraria. Los móviles televisivos volvieron a acosar a su maltratada persona, pero estaba dispuesta a jugarse por ese ser al que le debía todo lo que era, la vida misma si fuese necesario, por ese hombre por el que ponía las manos en el fuego ya que no le había hecho más que el bien. El fue el padre que no tuvo, el hermano que la apuntaló en sus momentos difíciles, el amigo que secó sus lágrimas en su torturante realidad, y al que mandaba a través de las cámaras mensajes esperanzadores y agradecimientos eternos. Y por el que en ese momento, quebrada por el dolor, debía abandonar el piso mientras una imagen silenciosa la eternizaba tras de cámaras asistida por la producción.

La desdicha no apagaba su fulgor, volvió a llenar tapas de revista, consumió larguísimos minutos televisivos. Y una tarde en que transmitían en vivo y en directo el canje de su cuarta cirugía, una lágrima saltó de uno de sus ojos cuando despertaba de la anestesia, y la pregunta avezada del notero la llevó por un camino insondable que no sabía donde la conduciría.

En fin, que hacia el final de la nota, el hombre que estaba preso y que en días anteriores significaba todo en su carrera, se transformó por arte de las lágrimas y las preguntas incisivas, en un explotador que la vivía y no la dejaba crecer.

Escasos meses de farándula significaron años de experiencia, había madurado en el dolor.

Luego de los golpes se tomaría un tiempo para elegir, porque los duros embates la acercaron al verdadero sueño de su vida: conducir un programa para niños, ya que sueña con una familia numerosa, aunque todavía no encontró al hombre de su vida. Y desde las páginas de FASHION nos cuenta, que sólo hace fotos donde se siente muy cuidada, que no se cree un objeto sexual, y que comenzará a estudiar teatro porque no quiere ser una improvisada.

Beatriz Fernández Vila