lunes, 2 de marzo de 2015

MICRÓFONO ABIERTO - III (en la voz de la autora)



LAS MEDIAS SON VERDES 

Se queda en la puerta del colegio, de la mano de su hermano, mientras el auto se aleja. Otros autos se detienen, y otros niños bajan corriendo. Un señor en bicicleta, pasa esquivando el tránsito pesado de esa hora, y le dice que se aleje del cordón. Después,  un grupo alborotado que desciende del micro lo arrastra hacia adentro.

-A la salida esperá atrás de la reja.

-Si mamá -había dicho automáticamente, pero lo recuerda bien.

-Le cerrás la campera a tu hermano, vos te subís la bufanda y te tapás la boca, mirá que después andás tosiendo.

Tiene tanto para recordar, y hace tanto frío, Igual que la noche que mamá empezó a llorar. Santiago  se había abrazado a él, y después se quedaron dormidos en la misma cama.

Rossi - dice la directora- un paso al costado, y me acompaña a la dirección, las medias del uniforme son verdes señor, a esta altura lo tendría que saber.

Sí, mucho frío, es feo el invierno, porque trae estos días que no se pueden soportar, y para colmo, hoy tiene que ir a la casa de Ernestina. Qué horrible el puré de caja, y las salchichas crudas.

-¡No voy más!

-¡Usted va hacer lo que yo diga, mocoso! -dijo mamá.

Difícil verla llorar a cada rato. Santi había dicho ayer, que era una bruja, y no la quería más porque gritaba. Y a él le creció la autoridad de hermano mayor, y le dijo que eso no se dice, y a la noche dejó que se arreglara solo con la comida, ni siquiera le importó que no supiera cortar la carne.

Los pinos del patio se balancean como si fueran a romperse. Las medias son verdes señor. El timbre suena fuerte, y cuando pasa frente a la salita azul, su hermano está llorando.

Franco… ¿podés venir?, dice la señorita Claudia que es muy linda, pero a veces habla feo. Tu hermano se hizo pis, y no trajo ropa para cambiarse, sabés que siempre tiene que traer, por cualquier inconveniente.

La pesada de Valentina, lo mira con cara de tonta; desde que está triste, la pesada esa no se aparta de su lado. Pesada insoportable igual que su abuela, que tiene la misma cara de tonta, y pregunta cosas que él no sabe responder. Y después se queda mirándolo con ojos de vaca, los mismos ojos de vaca que ponen las madres que vienen a buscar a sus hijos a la salida, y que le acarician la cabeza cuando pasa cerca, y le dicen si quiere ir a jugar a su casa. Y él no va, porque todas dicen tonterías, y preguntan y preguntan, y no se cansan de preguntar. 

Qué lástima, que no le avisé a mamá lo incómodo que es dormir en casa de Adela; los gatos se  suben todo el tiempo arriba de la cama, y además tenés que estar atento al Boby, que está viejito pero no deja de hacer lío. Como la noche que se tragó las pastillas que estaban sobre la mesita  del living, y tuvimos que salir corriendo para el veterinario a las cuatro de la mañana.

Parecía muertito; yo creía que estaba dormido, y justo cuando pensaba que podíamos descansar, vino la tía Adela a preguntar si Santi las había agarrado. Y él sabe que esas cosas no se tocan, y yo también. Después cuando volvimos, tuvimos que llamar al portero porque  perdió las llaves. Lástima que no le avisé, pero a lo mejor no hace falta. “Me quiero tomar un tiempo para mí”, dijo cuando hablaba  por teléfono, y entonces… seguro que no le molesta dormir rodeada de gatos y cuidar al Boby, y a la tía, que también está viejita, y no hay que contradecirla cuando te prepara manzana al horno, porque es el postre más sano que hay, aunque sea una porquería incomible. O te sirve la manteca amarilla, y con gusto a viejo, y té con leche, porque es más saludable que el café. Es más lindo dormir en el departamento de la tía Julia, que huele lindo, nos quedamos despiertos hasta tarde, y pide pizza para la cena. Y además, es igualita a mamá, igual a mamá cuando jugaba a la guerra de almohadas, y preparaba pochoclo en los días de lluvia.

Las medias son verdes señor, dice la directora, que no lo mira con ojos de vaca. Y la pesada de Valentina no se despega de su lado, se pone cerca para escuchar  lo que le dice, y después lo toma del hombro y lo acompaña hasta el aula. Y a él le molesta la presencia de Valentina Roncaglia; su tamaño, sus manos gorditas, sus aires de protectora, y su cara de tonta.

Franco… traé el cuaderno de comunicados y vení conmigo, dice la seño de Santiago. Últimamente se tomó la costumbre de venir a buscarlo, porque su hermano llora. o se mete en  problemas. Las medias son verdes señor, murmura por lo bajo. ¿Qué decís?, pregunta la señorita Carolina.

Sí, seguramente las medias quedaron en lo de la tía Julia. ¿Qué color de medias usará el hijo de Lili, verdes o azules? ¿Al hijo de Lili, el boletín se lo firmará papá? No, no puede porque él no es el padre. Pero se lo muestra igual, cuando yo estoy cerca, para hacerme quedar mal. “¡Eh… Franquito ¡¿Qué está pasando? Flojito esto, tenés que ponerte las pilas y repuntar, mirá que la matemática es lo más importante que hay. Además ya estás grande, tenés que prestar más atención”. siete años deben ser muchos años, porque ahora cuando agarra la caja de fósforos no le dicen nada, enciende el horno para calentar la carne, y hasta saca la cuchilla grande del aparador. Y se sube al lugar más alto de la alacena, cuando necesita algo, como el otro día que buscaba galletitas. Esta noche seguro que sube otra vez, porque no le gusta lo que les prepara  Elsa para comer.

“¡No campeón!... para esto tiene que venir tu mamá, ¿yo qué sé de disfraces, y actos de la escuela? Cuando tu mamá se haga un tiempito, viene y lo arregla enseguida. Chau… a la salida a lo mejor pasa el abuelo, esperá  atrás de la reja”.

Qué pena que no le dije a mamá lo de los gatos ¿Papá irá a la  reunión de padres del hijo de Lili? ¿Qué color de medias usará ese?

Los pinos se doblan, cae la lluvia, y las medias son verdes señor, ya lo tendría que saber. 

Beatriz Fernández Vila