sábado, 18 de abril de 2020

BAJO LA DUCHA


Presurosa abre las canillas y el agua se precipita sobre ella que está muy retrasada esta mañana, el apuro la sobrepasa y le provoca una inquietud que no puede dominar, derrama un poco de jabón líquido sobre la esponja vegetal, y con movimientos rápidos la desliza sobre sus brazos y cuello, sobre el torso, y después por las piernas. Ayer había pensado largamente en evitar los movimientos enérgicos de la esponja sobre la piel, pero hoy ya lo ha olvidado, y sigue restregando con fuerza sobre cada tramo de su cuerpo. Sus brazos están rojos nuevamente, rumbo al desagote se escurre la espuma espesa, y debajo, unas formas irregulares se amontonan conformando algo semejante a un lienzo.  Ella supone que es un trozo de la cortina de baño que se ha desgarrado, y segundos después el lienzo se pega a sus piernas, trepa sus muslos, sube por su vientre, la asusta lo que está sucediendo. Le da terror eso que se le adhiere, con un movimiento violento de la esponja lo desprende, y vuelve a caer en la bañera, se escurre veloz junto con la espuma, y ella cree adivinar en él algo parecido a una boca, le da impresión. Sus músculos vuelven a sangrar como en días pasados. Unas gotas de sangre salpican los azulejos. La boca que creyó ver, tiene ahora una mueca de dolor insoportable. La espuma se ha vuelto de un intenso color rosa, fija la mirada en ella pero se escurre por completo y arrastra el último tramo del lienzo, un grito desgarrador se escucha en las cañerías de desagüe, todo su cuerpo es una llaga viva.

Beatriz Fernández Vila

SI NO TE ELIGIERAS


Si de tanto insistir ahogaras tu luz, y de tanto desistir equivocaras el rumbo, en ninguno de los dos lugares estaré.

Te convidé mi pan,
pero no abordaste mis sonrisas,
ni la echaste a volar en los campanarios.
Te soñaba nube, y una niebla espesa me trajo tu mensaje.
Una ciudad de ojos hambrientos te devora
y yo te sueño en praderas.
No quiero para mí, tus cercas, tus laberintos, tus atajos,
ni tus torres vigía.

Beatriz Fernández Vila

NO CONOZCO AL HECHICERO


No conozco al hechicero
que desató esta pálida trama
y me entregó al vacío.
Busco su respuesta
en los laberintos que él urdió
y yo acometí con asombro.
Busco su rostro
para arrancarle el porqué
pero él se oculta detrás de sus galaxias
sus infinitas creaciones
que le importan más que yo
que soy su pequeño invento.

Beatriz Fernández Vila

SENTENCIA


Cuando no tengas nada para decir, cierra la boca.
Si la palabra horada tu conciencia
pero el peso de tus actos
no le hace honor
Intenta otro camino
El mundo está lleno de conciencias huecas
y palabras desnudas.

Beatriz Fernández Vila

martes, 7 de abril de 2020

LEJANA


Un murmullo impreciso avanzó por la galería. A pesar de su matiz opaco, fue suficiente para sorprenderla y sacarla del letargo. Horas antes había caminado la casa vacía, inmersa en una sensación extraña casi nunca vivida. El extendido silencio la había rodeado desde las primeras horas de la mañana y se derramaba blando por su piel. Fue hasta la cocina a preparar un café pero se arrepintió. Una despreocupación desconocida la sobrevolaba mansamente; ni comida del mediodía, ni ropa lista, ni apuro por las compras.

Se asomó a la ventana para ver las azaleas del patio de atrás, y los primeros capullos del duraznero. Septiembre despuntaba cálido y la laxitud de ese instante se extendía también sobre el jardín. El gato de la vecina paseaba entre las fresias. Los ojos amarillos del animal buscaron instintivamente un punto que encontró en los de ella. Después dio un salto que la estremeció. ¡Mamá hay un gato sobre tus plantas! ¡Ma… ¡¿nosotros podemos tener un gato?! ¡Callate nena, a papá no le gustan los gatos! Risas y gritos volvían otra vez, resbalaban por las paredes, repicaban en sus recuerdos. Sonrió con ternura. La soledad de ese instante le permitía pensar. Más allá de la alegría de los primeros años de sus hijos, recordó a su esposo; no al hiriente y sarcástico en el que se había convertido, sino aquél otro, tierno, que pretendió recuperar hasta que la venció el cansancio y no lo intentó más.

El reloj de la sala dio las tres. Había estado toda la mañana en ese estado de paz, desconocido para ella. Sin olor a comida, sin diligencias imprevistas, sin llamados telefónicos.

Escuchó el tintineo de las llaves, y el picaporte de la puerta del fondo. Los pasos de su familia que llegaba. Su marido y su hijo con esos trajes que hacía tanto tiempo no usaban, tan prolijos, tan impecables, como si ella los hubiese elegido. Ambos, con la mirada distante, el gesto retraído… su hija en un llanto.

Beatriz Fernández Vila

jueves, 2 de abril de 2020

DE OTROS


Antes
mucho antes,
cuando el único agresor posible
era la desazón
que nos esperaba cada fin de mes.
Cuando canjeábamos la desesperanza
heroica y gastada
por un diminuto día de sol.

Antes
cuando nos dolían los salarios,
las oficinas
                    y las fábricas.

Antes
mucho antes.
Cuando pensábamos
que lo habíamos conocido todo.
Y este ogro que nos tapa con su sombra
Y nos amordaza el alma
era un fantasma remoto.

Pero antes…
estoy hablando de mucho antes
cuando la guerra era de otros.
Beatriz Fernández Vila


*(Escrito por Beatriz Fernández Vila durante la Guerra de Malvinas, Abril de 1982).

miércoles, 1 de abril de 2020

PARÁBOLA DEL PODER


El hombre poderoso se subió a la tarima. Desde allí, se aprestó a llenar los corazones encendidos de su público que esperaba de sus labios el peso de la verdad 

Hasta ese momento sus parlamentos retóricos y vacíos habían llenado los oídos de su gente con pintorescas palabras.

Pero algo pasó por su cabeza luego de que acontecimientos previos, lo convirtieran en un referente. Entonces, cargado de inspiración, pletórico de certezas como se creía, se vio de pronto pronunciando la palabra HAMBRE. Y sus labios solícitos, soltaron el vocablo, que voló hasta los oídos cautivos de sus espectadores. La palabra tomó forma. Creció en sus labios. Se derramó por su boca, que desconocía el sabor de lo que nombraba. Se hizo carne en su discurso y lo convirtió en un héroe.

Luego, cuando bajó del podio entre vítores y aplausos, su vanidad y poderío lo enfrentaron a la evidencia más amarga. Sintió que esa verdad en la que acababa de discurrir le era ajena por completo, se encontró vacío. Y pensó, cómo podía existir sobre este mundo algo que no le perteneciera.

Beatriz Fernández Vila