Terminaba de someterme al lifting instantáneo, con la
milagrosa crema que me colocó la esteticista, y de acuerdo a lo prometido, de a
poco fui sintiendo cómo mis células
maltratadas por agentes externos, iban logrando la turgencia que le provocaba
el oro coloidal: último grito de la avanzada cosmetología, que arrasó con la ya
vetusta baba de caracol.
Mientras subía al auto, percibí cómo mis piernas se
favorecían, con la elasticidad que le otorgaban los microtensores subcutáneos,
de la maravillosa emulsión que Marcia me había aplicado.
El sol era intenso, sus rayos activaban el filtro solar del
tónico fortificante que acababan de colocarme, y entablaba una dura lucha con
el retinol de la mascarilla regeneradora. De pronto sentí que las isoflavonas
aumentaban la actividad celular, y toda mi cara pedía a gritos que la ayudara en
semejante entuerto. Sabía que en el bolso tenía las compresas descongestivas
que uso en estos casos. Pero poco pude hacer, porque recordé que mis hombros y
mis brazos, fueron tratados con el complex termopigmentador, que les otorga ese
tono de bronce natural, como si recién regresara del Caribe. Razón por la que no
debía moverlos hasta pasadas las tres horas, para favorecer así la pigmentación
progresiva, que sólo se logra con la inactividad de los miembros.
El calor se hacía insoportable dentro del auto. Pero estaba
decidida a esperar lo que hiciera falta antes de arrancar. Porque la chica que
embelleció mis pies, me puso un gel dermotensante, y debía evitar durante dos
horas todo movimiento brusco, como caminar o conducir. Aunque lamentablemente,
en ese preciso momento, recordé que los nucléolos del ADN de oxálida que me
habían esparcido en los glúteos, no podían exponerse al contacto de ninguna
prenda. Y de ser posible, debía permanecer boca abajo como mínimo por dos
horas.
El Provital Manganeso de la mascarilla exfoliante, esparcido
en codos, rodillas y talones comenzaba a exhalar un extraño aroma. Que mezclado
con el olor a nuez moscada, de la emulsión dermoregeneradora aplicada en mi
cuello, me rodeaba de una rara sensación de levedad parecida al éxtasis.
El sol seguía sofocante. El agua mineral se estaba
terminando, y eché mano a una botella de agua saborizada que tenía en la
guantera. Por suerte las palabras de mi cosmetóloga comenzaron a sonar en mi
cabeza justo a tiempo, “nada de saborizantes ni edulcorantes, por lo menos hasta
mañana”, porque el dermo-láser preventivo de las arrugas que tendré a los
treinta años, no causa efecto cuando se consumen aditivos químicos. Por la misma
razón, las dermocontracturas diurnas de la piel, aceleran las nocturnas, que
son la mayor causa de envejecimiento progresivo.
Estaba dispuesta a seguir los pasos correctamente. Pero
debía apurarme, aún tenía que ir a buscar el vestido.
Transitaba por esas duras cavilaciones, cuando el DHP
microtensor cutáneo de la crema que me pusieron en las pantorrillas, comenzó a
hacerse notar. Percibí su efecto tonificante, al tiempo que el colágeno
dermogénico del aceite de foca, con que me habían masajeado las caderas,
comenzaba a mojar mi falda. Y decidí volverme a casa, justo cuando los fenoles
proactivos de la loción alisante del cabello, comenzaban a actuar.
Antes de salir de allí me sentí redensificada, restaurada,
dermodescontracturada. Y percibí que la renovación celular de mi piel, había
llegado al punto máximo. Que el agotamiento dermocelular de las profundas capas
epiteliales, era atacado por las finas micropartículas de oro y plata de la
emulsión que el salón importa de Alemania, y que reserva sólo para las clientas
selectas.
Mientras regresaba tomé conciencia de que tenía que
olvidarme de la Chocoterapia y la Vinoterapia, porque se ha comprobado, que los
núcleos celulares de la piel menor de treinta años, responden mejor a la
estimulación de partículas HQ, sustancia
propia de la dermis que aún no ha comenzado el proceso degenerativo severo.
Asunto que tendré en cuenta recién a partir de los cuarenta y cinco años;
porque las pieles maduras, al responder lentamente a los agentes exobióticos, a
causa del retraso en el proceso de asimilación, tendrán que someterse en
adelante, a la Musgoterapia, que consiste en cubrirse totalmente de musgo
asiático, combinado con finos fermentos de melocotón, caléndula y avena
transgénica.
Experimenté cierta tranquilidad en ese momento. Para los
cuarenta y cinco falta mucho, y mis amigas ya me hablaron del Pro-dextrinol,
poderosa fórmula con enzimas tensoras ultrasónicas, que estimulan la producción
de células jóvenes, y activan las proteínas remodeladoras que otorgan firmeza,
al tiempo que detecta la formación de futuras arrugas, neutralizando los
agentes nocivos que atentan contra la arquitectura celular.
El termo-bio reparador, con proteínas vegetales hidrolizadas
de los aceites naturales del bálsamo de nuez, chorreaba por mi pelo. Y en ese
momento decidí no ir a la fiesta. No estoy segura de encontrarme en óptimas
condiciones. Después de todo, si justo esta noche conozco al hombre de mi vida,
sentiré que no hice lo necesario para agradarle.
Beatriz Fernández Vila