martes, 26 de julio de 2022

ELLA LE REGALÓ UNA FLOR DE PAPEL


Ella le regaló una flor de papel. Terminaba de bajar de sus zancos, se desparramó en un banco de la plaza y la gente se dispersó. Eduardo estaba allí de casualidad; por trámites personales. Del centro al subterráneo sofocante, y del subte a la plaza. Se quedó mirando el espectáculo como todos los demás. Cantaba lindo la chica de los zancos “¿Y qué será de ti lejos de casa?”. El elevaba la mirada, ella lo miró desde su altura, y cantó sólo para él. “Es una nena” pensó. Pero no pudo dejar de mirarla.

Siguieron viéndose, pero ya no por casualidad. El se tomó la costumbre de bajar en esa estación, aunque nada tenía que hacer por allí, mas que verla.

Y ella cantó cada día para él. Y él: “que calor” o “que tiempo loco éste”. Y en más de una ocasión se sintió viejo para ella, y ella quería convencerlo de que no era así, y siguió desgranando las canciones de Serrat sólo para que él la escuchara. “Barquito de papel, sin nombre, sin patrón y sin bandera”. Y él insistiendo que era una nena. Y ella: “no veas sólo una parte tómame como me doy”. Y Eduardo, alguna vez estuvo a punto de decírselo a su mujer, no porque quisiera dejarla, simplemente porque los años la habían transformado en un sostén, en una amiga, y en más de una ocasión estuvo a punto de escapársele.

Siguió bajando cada día en ese lugar sólo para verla. Para tomar un café cuando ella terminaba la función, y para amarse.

Y cuando estuvieron tan enamorados que no lo soportaron más, él se asustó y no regresó. Y ella, se subió a sus zancos como todas las tardes para verlo llegar, “palpándose el perfil, y trenzando mil nombres en dos sexos”.
Beatriz Fernández Vila

No hay comentarios:

Publicar un comentario